martes, 12 de octubre de 2021

«Los virus no pueden aislarse, pero el aislamiento es innecesario»: otra afirmación ridícula de los que se empeñan en decir que el SARS-CoV-2 existe

Artículo en NoMoreFakeNews de Jon Rappoport, 11 de octubre del 2021.


Hay dos tipos de virólogos.

El primer tipo son los que afirman que aíslan los virus. He escrito muchos artículos echando por tierra esta posición absurda. Definen el aislamiento como «nadar en una sopa de muchas sustancias y no estar nunca separado de la sopa». En otras palabras, estos virólogos definen ‘aislado’ como ‘no aislado’. A esto podría llamársele «Neolengua Científica Orwelliana». Puro disparate.

Y luego están los virólogos «más sofisticados», que dicen: «Los virus sólo pueden vivir en el líquido que hay dentro de una célula. Por tanto, no pueden separarse nunca de la célula o el líquido. Exigir el aislamiento es exigir un imposible. Podemos descubrir las secuencias genéticas de los virus sin aislarlos. Olvidémonos del aislamiento. Descubrir las secuencias genéticas es lo que prueba que los virus existen.»

Examinemos esta segunda rama de la virología.

Volvamos al momento en el que los científicos decidieron por primera vez que los virus existían. Después de todo, fueron ellos los que los que hicieron la afirmación original. Es sobre ellos sobre los que recae la carga de la prueba. Y tomaron esa decisión mucho antes de que hubiera un procedimiento llamado secuenciación genética.

Si el aislamiento es imposible, si estos virus están siempre nadando en el líquido que hay dentro de las células, no aislados, entonces ¿cómo hicieron estos científicos para descubrir por primera vez que los virus existen?

¿Sobre qué base hicieron esta afirmación?

¿Por medio de la observación directa? No, por cierto, si los virus no pueden separarse nunca del líquido en el que están nadando.

—Descubrimos la existencia de los virus que no pueden aislarse por primera vez por medio de...

¿Por medio de qué? ¿Cantando canciones? ¿Hablando con un antepasado de Antony Fauci? ¿Descubriendo cuánto dinero había en las cuentas bancarias de la familia Rockefeller?

—No, mire. Funciona así. Ahora decimos que el aislamiento de los virus es imposible porque la gente nos acusa de no aislarlos. Pero entonces, en los tiempos en los que los científicos descubrieron por primera vez la existencia de los virus, sabían que los virus tenían que existir.

—Y ¿cómo lo sabían?

—Porque todas las demás explicaciones de por qué la gente cogía ciertas enfermedades no funcionaban, no resultaban satisfactorias.

—Ya. Así que había una sola posibilidad aparte de ésas. Los virus.

—Eso es.

—¿Se da usted cuenta de lo ridícula que es esa manera de pensar?

—Sin comentarios.

Y ése es, sin más, el fin del cuento. No hubo un «descubrimiento primero» de los virus. Lo que hubo fue solamente una asunción sin nada que la respaldara.

Y ahora, cuando los virólogos afirman que no les hace falta aislar los virus porque pueden establecer su secuencia genética, se produce otra situación ridícula. ¿Cómo se analiza la estructura de algo que no se puede aislar?

¿Cómo se describe la estructura de una cosa cuando no se tiene la cosa?

La estructura no se describe. Se pretende que se describe.

Y esto se hace remitiéndose a otras estructuras que en sí mismas son sólo pretensiones, simulaciones, y se sacan trozos de esas estructuras simuladas y se ponen juntas, y se dice: «Aquí está. Aquí está la secuencia genética».

Es como si el dueño de una tienda les enseñara la mano vacía a los matones de la mafia que se han pasado para cobrar la paga por su protección y les dijera: «Aquí están vuestros cuatrocientos dólares. ¿No lo veis?»

Cuando uno de los matones saca la pistola, el dueño de la tienda abre la caja fuerte y saca unos billetes raros y se los entrega. Los billetes son de los del juego llamado Monopoly. Billetes del Monopoly americano, francés, alemán, italiano, español, pegados con cinta adhesiva.

Y a eso es a lo que se llama secuenciación genética de virus. Dinero de pega.

Trataré dos puntos más. Como el dr. Tom Cowan ha afirmado, según la hipótesis convencional de la infección vírica, los virus tienen que salir de las células y trasladarse a otras células. Si no fuera así, ¿cómo podría la infección propagarse por el cuerpo? Pero esta descripción da por supuesto que los virus pueden vivir y desarrollarse fuera del líquido de las células.

Por tanto, la afirmación de que los virus no pueden aislarse porque viven siempre en el líquido que está dentro de las células es falsa.

Lo que nos llevaría de vuelta al primer tipo de virólogo, ése que dice que sí que aísla los virus —pero no puede demostrarlo, porque su definición de aislamiento es: «estar nadando en una sopa y no estar nunca separado de esa sopa».

Y, por último, ¿qué hay de las fotografías tomadas con microscopio electrónico que pretenden mostrar virus aislados? Esta cuestión está llena de problemas y malentendidos. Está lejos de ser ciencia establecida. Muchos de los supuestos virus que aparecen en estas fotos son células que están «brotando», como si algo estuviera a punto de salir de la célula pero todavía no hubiera salido. Los virólogos llaman virus arbitrariamente a estos algos, sin tener ninguna prueba visual.

Y luego están los exosomas, «microvesículas que liberan las células en situaciones fisiológicas y patológicas». Se los toma equivocadamente por virus. Y hay más material genético que puede identificarse equivocadamente como virus.

Quien quiera adentrarse en esta peliaguda cuestión debería leer los escritos de Harold Hillman, uno de los mayores críticos de los métodos de la microscopía electrónica, que quedó desterrado de la comunidad científica debido a sus descubrimientos. Un pasaje de estos escritos dice así: «Los microscopistas electrónicos han ignorado los dictados de la geometría sólida y la mayor parte de las estructuras aparentes que han detectado son artefactos de sus procedimientos de preparación...». En otras palabras, las técnicas de la microscopía electrónica crean entidades artificiales que luego se confunden con entidades naturales.

Brian Martin, profesor emérito de ciencias sociales en la Universidad de Wollongong de Australia, dice: «En una ocasión, Hillman dio una charla a un público amplio en lo que él llama “una universidad galesa bien conocida”. Los muchos estudiantes que formaban parte del público parecían simpatizar con lo que decía. Un profesor se levantó y afirmó que tenía imágenes tomadas con un microscopio electrónico que mostraban que Hillman no tenía razón. Después de la charla, Hillman le pidió al profesor que le dejara ver las imágenes. “No las tengo”, le contestó riendo. “¿Por qué dijo usted que las tenía delante de todo ese público?” “Porque no quería que los estudiantes se vieran llevados a engaño por usted”».

Y con esto acaba el episodio de hoy de Las Dos Escuelas de Virología, Las Dos Equivocadas, patrocinado por Papel Higiénico del Instituto Nacional de Salud, la marca que limpia hasta la última gotilla pero jamás atrapa un virus.

Carpeta de archivos con cosas de Harold Hillman: pinchar aquí.


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