Pasajes trascritos de la tertulia de Agustín García Calvo del 26 de noviembre del 2008.
[...] Pero antes, si es que nos queda un rato hoy, me parece que es mejor
que pasemos a unas cuantas apariciones, prácticas, y sensibles, de todo
esto que os estoy diciendo: contraponer la ordenación impuesta desde arriba
con alguna otra cosa que esté por debajo de la Realidad, y que sería orden
en un sentido completamente distinto, opuesto. Bueno, vamos con algunas de
las apariciones prácticas de esto que se me estaban ocurriendo.
[...]
Se puede decir, no de las palabras, sino de las cosas en general, de
las cosas de la Realidad: aparte del Orden que desde Arriba se les imponga
(un Orden Político, por ejemplo, por gobernación desde lo alto, un Orden
Científico, por ejemplo, por imposición de teorías o filosofías acerca de
cómo son las cosas, y cuál es su orden, y cuál es su tiempo), si se las
deja libres de eso, ellas encuentran también su orden en otro sentido
completamente distinto: no desde el Futuro, sino al revés: según van
pasando; según van pasando.
Notad que esto (lo digo como nota previa para pasar a lo del tiempo)
es un poco complicado: la ordenación que te imponen desde Arriba, desde el
Fin, es una ordenación que consiste en que te ordenen las cosas que han
pasado de primero a segundo y tercero, es decir, hacia delante, hacia el
Futuro. Esta es una cosa que puede parecer contradictoria si no se piensa
bien, y por eso quiero hacerla notar: cuando las cosas se dejan producirse,
y encontrar ellas su orden, no hay Futuro, porque justamente se va haciendo
lo que se va haciendo, y esa es la gran diferencia que os estoy presentando.
De dónde le vendrán a las cosas esas ganas, o facilidad, para
ordenarse, si se las deja, es una cuestión más dudosa. Primero quería
adelantar eso: la condición es dejarlas. En esto, como en todo lo demás,
el Orden impuesto desde Arriba es el que da sentido a la existencia; como
os dije antes, anula, vacía, cualesquiera posibilidades de vida, de que
pase de verdad algo. En ese sentido, la condición pues para que algo pase
es dejarlas sueltas, no imponerles el Orden desde el Fin y desde lo Alto;
con esa condición. ¿De dónde les viene, con esa condición, esa posibilidad
de ordenarse, las palabras de un discurso despreocupado, suelto, o las
cosas mismas de la Realidad? Pues es dudoso, porque parece que obliga a
suponer (de esto otras veces hemos tratado a propósito de la noción de
ritmo) que hay por debajo de la Realidad, eso: una especie de ritmo, que
evidentemente no está todavía condicionado desde el fin al que tiende la
producción, desde el Futuro, sino que justamente se va alimentando de su
propio desarrollo; se va ispirando (por decirlo con este termino algo
sospechoso), se va ispirando en el propio desarrollo que lleva. Y eso
viene de ahí.
[...]
Claro está que esto se puede aplicar a otras muchas cosas. Por ejemplo,
a la salud. La comparación ahora es entre estas dos cosas: una, las
múltiples, las innumerables recomendaciones que desde Arriba os están
impuestas: reglas de higiene, oferta de productos farmacéuticos, o de otro
orden, oferta de consultas médicas y de tratamientos, propaganda respecto a
las cosas que hay que hacer para la formación, y para mantener el tipo,
para mantenerse sano; recomendaciones a veces incluso muy naturales, como
pasear al aire libre, darse una vuelta por la sierra; no quita. Otras no
tan naturales, pero de todo hay; son innumerables, os están lloviendo todos
los días, estáis llenos de recomendaciones, de reglas de higiene y de
salud, de productos que se os ofrecen. El Estado mismo cuida por vuestra
salud, parece mentira. No hay quien coño se lo crea, pero sin embargo la
realidad es así, y ahí tenéis las campañas contra el tabaco. El Estado se
preocupa por vuestra salud, y os advierte del Futuro (“fumar, mata, es
cancer”), aunque sabemos que el que mata es el Estado precisamente, ése que
pretende cuidarnos. Pero eso no es lo que dicen, eso no es la Realidad: el
Estado pretende, y esa pretensión por desgracia es una Realidad, que se
ocupa de vuestra salud, y os da normas; os da normas seguras, tenida en
cuenta la cadena causal, la cadena de causaciones, para que os prevengáis
de los males y tengáis la mejor salud posible.
Comparar todo esto que en pocas palabras os he resumido, con algo que a
pesar de todo nos queda de, casi diría, ‘istinto’, de sentido común, que
nos hace sentir sin más, directamente, qué es lo que uno debe, porque
desea, comer, hacer, dejar de hacer, en cada momento, sin ninguna regla;
sin que eso nunca pueda reducirse a ninguna regla, porque precisamente
tiene la condición de ser así, inmediato, no mediado por ninguna
consideración futura, sino simplemente por la sensibilidad, el sentido
común. Siempre nos queda algo de eso, gracias a que no estamos bien
hechos: si fuéramos unos súbditos perfectos del Capital, unos sujetos del
Orden, no tendríamos absolutamente nada de esto; no tendríamos nada de
esto: nuestra salud sería justamente la administración de muerte que nos
imponen desde Arriba; nada más que Futuro. No estamos nunca hechos del
todo, siempre nos queda algo de eso. Cualquiera de vosotros supongo que lo
apreciáis conmigo, y lo importante es reconocer que la imposición de lo
otro, la intromisión de lo otro, de las reglas, la Fe en la Medicina de lo
Alto, la Fe en las recomendaciones de los esteticistas, o de cualquier otro
tratante de salud, mata, tiende a matar eso poco que nos queda de istinto
inmediato, de sensibilidad para guiarnos sin más a lo que se debe beber,
comer, andar o no andar, coger o no coger. Lo mata. Nunca lo mata del
todo: la muerte nunca es total, que es lo que ellos pretenden, pero tiende
a matarlo. Lo uno no es compatible con lo otro; no es compatible: lo uno
viene desde lo Alto, desde el Poder, y es enemigo de lo otro, de lo que nos
quede de vivo, de pueblo-que-no-existe, de no bien hecho del todo, ¿no?
[...]
Lo uno no casa con lo otro, y por tanto la hipótesis es siempre eso: si
falla, en la medida que falle, la ordenación desde Arriba, sólo entonces
aparece esa sabiduría; esa sabiduría, a la que desde luego el Poder, a
través de las Istituciones, Gubernativas, Médicas, Escolares, Científicas,
trata de matar cada día y sustituirlo.
Ellos allá arriba, Dios, el Señor, el Capital, el Estado, no tienen ni
idea de cómo marchan las cosas. Mejor dicho: no tienen más que idea, y la
idea es falsedad. Es decir, que en ese sentido no saben. Pero por acá, por
abajo, queda siempre algo que sin saber, en el sentido de ‘concebir’, sabe,
como saben las manos; como saben las manos también en cualquier otro tipo
de tareas de las que os he puesto.
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